martes, 16 de agosto de 2011

La plaga


Lou tiene una prima que se llama Clara, y una sobrina y una hija.
Clara, digamos, la grande, el otro día se quedó con su hija Maca, unos días con nosotros, aquí, en Málaga. Nos contó una historia absolutamente estremecedora del tiempo que estuvo viviendo en Washington D.C. Como esos cuentos que se relatan de viva voz, en las cálidas noches de verano, de boca de Clara la grande, oí hablar por vez primera de las cicadas.

Las cicadas son una especie de cucarachas, que aparecen en forma de plaga, cubriendo árboles enteros, volando por todos lados, y haciendo un zumbido ensordecedor durante dos meses.
Lo asombroso de estos seres de aspecto desagradable, con ojos rojos saltones, es que aparecen de forma periódica, puntualmente, cada 17 años, sin faltar nunca a su cita.
Para muchos americanos de la costa este, que es donde aparecen, es un acontecimiento casi mágico, que contemplan con auténtica devoción, como un milagro de la naturaleza. Para otros, incluso se convierte en un manjar, un delicatessen que según cuentan los que han degustado esta especie de cucarachas, tienen el sabor de espárragos enlatados. Así que sin poder evitarlo, la próxima vez que abra una lata de espárragos, me acordaré de esos bichos de ojos rojos y cutícula crujiente.

A Clara, la prima de Lou, tengo que agradecerle el haber descubierto una nueva maravilla de la naturaleza que desconocía.

Aquí, en nuestro retiro estival de Estepona, también hemos sufrido una invasión. Porque aparte de la prima Clara, la sobrina Macarena, Marta, Tiri, Guille, Clara la pequeña, Clara la mediana, también se han hospedado mi padre, los suegros Paco y Tere, mi cuñada Belén María Angustias, y mi cuñado Francisco. Por no olvidar a la prima Magdalena y a sus hijos Pepe y Malena.
No está mal, dirá el atónito lector, pero los huéspedes no acaban aquí. Añadan ustedes a la cuenta a la cuñada Nazareth, conocida como Kaká, a la cuñada Marta, conocida como Tamarta, y a su joven y apuesto prometido, Daniel.

Por no hablar de las visitas esporádicas como las de tía Lourdes, tío Miguel Ángel, la prima Inma, con su hijo Jorge, la prima Mar con su marido Miguel y su hijo Miguel, otra prima llamada Moni, con su hija Mónica ,o el hijo de Clara la grande, Carlos, que me habló, entre otras cosas, de la conveniencia de una cuenta pirata, cosa de la que hablaré otro día.
Para alguien como yo, cuya aburrida vida de niño sólo estuvo acompañado por la existencia de mi hermana María, la presencia de tanta gente me resulta muy divertida  y nada agobiante, aunque pudiera parecerlo.
Ahora bien, reflexionando de nuevo sobre estos insectos, ¿acaso los seres humanos y en concreto los Gómez-Rivera no son bastante parecidos?
Bien pensado, ahora las cicadas no me parecen tan asquerosas. Ellas al menos, en vez de surgir en tropel en el verano, tienen el detalle de aparecer cada diecisiete años.

lunes, 1 de agosto de 2011

Una noche de verano


Anoche era una agradable noche de verano.
Paseábamos de vuelta a casa.
La temperatura era muy agradable .
Corría una brisa fresca, que venía del mar.
Guille estaba muy cansado, me decía que tenía sueño y lo cogí en brazos.
Apoyó su cabeza sobre mi hombro y me abrazó, sintiéndose seguro.

Y en aquel momento volvió tu recuerdo
De la última vez que nos vimos
Y hablamos y caminamos por las calles de La Portada.
Y desde entonces
No puedo evitar recordarte
Pensar en lo que hablamos
Aunque no recuerde lo que hablamos

La última vez que nos vimos.
Porque en noches de verano como ésta
Que son noches de verano como aquélla
Te recuerdo
Y me pregunto dónde estás
Y no puedo evitar echarte de menos.